Después de la puesta en escena “a lo Bukele” de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich en una cárcel de Rosario, la semana pasada una ola de homicidios paralizó la ciudad: dos taxistas, un colectivero y un empleado de una estación de servicio fueron asesinados por sicarios narcos en un lapso de pocos días. Hasta ayer permanecieron suspendidas las clases, el transporte público y otros servicios.
El enfrentamiento entre los jefes narco y el recientemente electo gobernador de Santa Fé, Maximiliano Pullaro, está al rojo vivo en una ciudad que en 2023 registró 259 asesinatos; el 70 por ciento de ellos, vinculados a la industria del narcotráfico y el sicariato según datos oficiales. En varias escenas del crimen los jefes de las bandas dejaron mensajes explícitos a través de sus sicarios destinados a la administración de la Provincia. En la estación de servicio donde fue asesinado el playero, se encontró una hoja de papel con un claro mensaje para el gobernador: “Esta guerra no es por territorio, es contra Pullaro y Cococcioni. Así como nosotros llegamos a 300 muertos, estando unidos vamos a matar más inocentes por año”
Esteban Rodríguez Alzueta, investigador de la UNQ y director del Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales (LESyC), analizó en el aire de Ahijuna la situación que se vive en la ciudad de Rosario: “La conflictividad en Rosario tiene muchas capas, una de ellas es la violencia, pero aparece la pobreza, las desigualdades sociales individuales, la desorganización y la fragmentación social, los vínculos financieros, el fracaso de las políticas criminales, el tráfico ilegal del grano, la expansión del consumo y un largo etcétera”
“Pero es una violencia que tiene una historia previa, que no es patrimonio de las bandas narco. Uno tiene que comprender las distintas formas que tiene la violencia en la ciudad y las relaciones entre esa violencia y donde se produjeron esos intercambios para entender esta nueva escalada”, precisó Alzueta.
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